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Infierno empresarial

  • Imanol Vilella
  • 4 dic 2017
  • 2 Min. de lectura

El pasado 13 de noviembre tuvo lugar el teatro interactivo organizado por Zitek, programa de apoyo al emprendimiento en la UPV/EHU, en el Aula Magna del campus de Leioa, Bizkaia. Durante la representación y mediante metáforas, los encargados de representar a los personajes del teatro compararon la empresa autónoma con la privada.

Pocos minutos pasaban de la una de la tarde cuando, para sorpresa de los alumnos, tuvimos que levantarnos de nuestras butacas de la sala para comenzar la actividad. Muchos de los espectadores esperábamos un teatro interactivo al uso, pero la realidad fue bien distinta. Dos eran las opciones que se nos ofrecían nada más empezar. Cielo o infierno. La gran mayoría, para sorpresa incluso de los organizadores, elegimos el infierno. Nada más entrar nos quedó claro que no iba a ser un camino de rosas. Un pasadizo laberíntico lleno de callejones sin salida desembocaba en una cámara donde el mismísimo demonio nos obligó a jurar vender nuestra alma, cerrando el trato con nuestra huella dactilar. Una vez abiertas las puertas del infierno que se presentaba en un ambiente de tonos rojizos y dominado por el fuego, Lucifer nos obligó a romper el contrato antes firmado al grito de “en el infierno no hay reglas”. Acto seguido, los ayudantes del infierno nos condujeron a una sala en la que varios alumnos pudieron eliminar aquello con lo que querían acabar rompiendo un plato contra el suelo. La última prueba que debíamos pasar antes de llegar a la sala conjunta de cielo e infierno era la de gritar hasta iluminar unos paneles, escollo que nos fue muy fácil de superar. Tras acceder al purgatorio, cielo e infierno nos cambiamos lo papeles y nos adentramos en el espacio opuesto en busca de unos pergaminos que nos dieran la oportunidad de ganar la prueba final. En contraposición con el mundo de ultratumba, el blanco y la luz dominaban cada una de las salas del cielo donde recibimos un gran trato, con comida y bebida, pero pronto nos dimos cuenta de que “no es oro todo lo que reluce”. Dios nos obligó a hacer lo que él decía y los errores se pagaban con la muerte en la silla eléctrica. Tras recuperar el pergamino nos dirigimos al purgatorio para desbloquear el candado que nos diera la victoria, pero el cielo fue el primero y, por tanto, vencedor del juego.

Al finalizar la actividad, Julen, el director de Zitek nos explicó que este teatro enfrentaba dos mundos laborales contrapuestos, el cielo, donde aparentemente todo era más fácil pero tenías que obedecer al pie de la letra las órdenes del jefe y los errores se pagaban muy caro o el infierno, donde entrar es una odisea pero la autogestión es la protagonista.

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